sábado, mayo 26, 2007

Es la noche

Y sin ningún otro designio que la pura voluntad fue que crucé el parque. Era la noche envuelta en un perfume hipnótico y sutil y yo debajo envuelto en el antiguo sudario de mis días. Yo quería que fuese un sacrificio en el que ofrendar la sangre de quien vive en mí y de mí se alimenta. Es la hora de la lechuza y el susurro en la brisa como un ruego.

Y del otro lado, nada. Un cielo abierto y vacío y sin estrellas. Algo que a la vez resulta la orilla del tiempo, siempre; no pueden tocarse las cosas en presente.

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