lunes, julio 02, 2007

Disco de la semana: Still Life - VdGG



Still Life - Van der Graaf Generator (1976)

Sin duda este disco fue disco de la semana en varias semanas de distintos momentos de mi vida; y de nuevo particularmente en ésta. Y sigue siendo terriblemente bueno; uno de esos discos a los que no les falta ni sobra nada.

El segundo disco del reformado VdGG (el primero había sido Godbluff en 1975, luego de cuatro años de impasse). Esta fase de la banda muestra una mayor madurez compositiva y un sonido más pulido.

Releo y pienso que ya puedo escribir críticas de discos en cualquier diario de mierda. Y todo aquello sigue siendo tan cierto, pero parece plastificado; así que vamos por partes.

Comienza con Pilgrims, un tema a la vez dulce y tenso y solemne, una especie de himno delicadamente construido pero quizá menor en el contexto del disco. Acto seguido, el tema que da título al disco (still life, naturaleza muerta), a mi juicio una de las piezas más logradas de VdGG e incluso de toda la discografía de Peter Hammill, diseñada para desesperar a todo aquel que haya pensado que la inmortalidad era una buena idea; del tedio a la furia y luego a la resignación, hers forever, in still life.

Luego sigue la sutilísima y trabajada introducción del órgano de Hugh Banton en La Rossa, y es como el principio de una montaña rusa: va subiendo, acelera, y parece que no, pero paf, otra vuelta más y las subidas y bajadas parecen gravitar sobre otro mundo*.

A continuación un nuevo momento más calmo con My Room (Waiting for Wonderland), la voz de Hammill es aquí a la vez dulcísima y desesperada, y la modulación fantasmal de la coda es sencillamente perversa.

Y por último, Childlike Faith in Childhood's End, una épica existencialista cuya letra plantea las arduas cuestiones de Dios, la vida después de la muerte y la responsabilidad humana, por momentos reflexivo, por momentos cínico, pero en el fondo triunfal hasta la apoteosis.

Todo esto interpretado con destreza en aquella inusual formación (batería, órgano, piano y saxo principalmente, alguna guitarra, alguna flauta). Quizás también el punto más alto de Hammill como letrista y cantante. Un dominio magistral de la complejidad coherente de la forma como medio expresivo y de aquel "caos controlado" que tan bien manipulaba esta gente.

Un disco de aquellos que no han vuelto a suceder; ni siquiera a ellos mismos.

* Señalaba con malicia mi hermano D que la melodía del final parece de una publicidad de desodorante, y probablemente tenga razón.

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